Despertar en abrazos
recién horneados
en el obrador de nuestro pecho
crujientes y dorados.
Flaquear en recuerdos
generosos en caricias
como los rayos del sol
con su hermana la mañana.
Imaginarse venerados
como dioses del pasado
ante la mirada piadosa
del gorrión de nuestra ventana.
Intuirse sagrados
entre tañidos de campanas
que redoblan al cielo
por vernos de luz embriagados.
Y por fin descalzos
subir en penitencia
por las calles empinadas
de la conciencia,
para arrojar al barranco quebrado
las malas intenciones de hilo
que nos forjaron los hombres.
Desprendiéndonos del apellido
que nos impuso un padre
de ojos entornados por la codicia
de querer ser lo que no fuimos
y ser lo que quisimos.
Tolerancia cero embarrada
con los que codician
la llave de nuestra dicha.
Obviar la verdad de las masas
que solo se desgañitan
con el quiero que hagas eso
y dame de aquello también.
Ya no hay hogar para los lobos
al norte de nuestro edén
allí donde nace el cielo
y donde no alcanza el necio.
@by Rubén García Codosero (Ophiel)